True Blood viene avalada por el pedigree de sus creadores, por el caché de un reparto encabezado por Anna Paquin y por el presupuesto.
El argumento es prometedor: tras el desarrollo de sangre artificial por parte de un laboratorio japonés los vampiros han salido del armario y se muestran al mundo tal y como son. Obviamente, muchos no están muy contentos con el hecho e incluso hay quien intenta matarles para hacerse con su sangre, que se revela una poderosa droga, la sangre auténtica (true blood)
Por desgracia, nada de eso se nota en pantalla. Es una serie desmadejada, con una carencia de ritmo desesperante y que deja una terrible sensación de no saber qué quiere contar, a pesar de estar basada en una serie de novelas.
Y lo peor, es que resulta poco creíble hasta en las cosas en las que no debería echar mano la tan manida suspensión de credibilidad: y es que el hermano de la protagonista no me encaja como un chico de la América profunda... me parece demasiado blandito para ello (y demasiado malo como actor).
Y si dicen que el vampiro más o menos protagonista es sexy... apaga y vámonos: parece un yonki en mitad del mono más que una criatura de la noche fascinante y decadente.
A ver como evoluciona, pero me produjo una sensación mucho mejor Moonlight, que tenía muchas menos pretensiones
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