En Europa hay unas cuantas selecciones de rancio abolengo cuyo desempeño parece por encima de técnicos o jugadores. Tal es el caso de Alemania: para eliminarles se necesita un plus de brillantez y de suerte sobre lo que suele ser habitual.
No se sabe por qué, pero parece como si tuviesen el convencimiento total de que es imposible perder, y tal vez por eso encajan tan bien los golpes. Ayer Portugal achuchaba al principio, pero los alemanes ni se inmutaron. Ellos a lo suyo, y a la primera que pudieron les hicieron un golito. Y luego otro, mientras los lusos aún estaban digiriendo el primero.
A partir de ahí el partido no tuvo mucha historia: Portugal lo intentó, logró un gol que parecía dar algo de emoción y en el segundo tiempo Alemania les sujetó bien y mató el partido en otra que tuvo. Incluso pudo hacer alguno más que hubiera sido un castigo tremendo para el partido que hizo Portugal.
En resumen, Alemania hizo lo de siempre: primera fase regular tirando a mala y en cuanto empieza el campeonato real se sacuden la modorra y se vuelven más peligrosos que cualquier crack, porque encima llevan ocho años diciendo que andan escasitos de talento y que esta selección de ahora no es nadie comparada con las que han tenido en las tres décadas anteriores. Menos mal.
Como decía Lineker, a esto juegan once contra once y ganan siempre los alemanes.
Ahora habrá que ver qué hacemos nosotros con Italia, otra selección encantada de conocerse y que parece que juegue desde la hemeroteca: siempre hacen lo mismo, de la misma manera y les va de lujo. Han pasado a trompicones y ahora se encuentran contra nosotros, lo cual es una mala noticia. A ver si conseguimos que la suerte cambie y tenemos ese puntito que faltó ayer a Portugal
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