11.5.06

Locos

A veces me fijo en la cantidad de gente tocada que va por la calle y no me refiero a hinchas de fútbol camino del estadio o friquis que van disfrazados al cine, sino a locos auténticos.

Hace un par de meses, por ejemplo, he visto a un señor berreando por los semáforos de Compostela "¡¡Ejército al poder, viva él!!", con una voz tan potente que no hay líder sindical o político en campaña que no la deseara para sí. Y el tío y venga y dale. Vamos, que no se ponía afónico: gaznate acorazado.

Varias semanas después me encontré con otro que aullaba "¡¡Qué buenas están las niñas este año!!" sin pudor alguno y ante la turbación de las féminas que se cruzaban con él.

Peor era en Francia, ya que allí los locos son más abundantes que los bares. Eran tantos que mi compañera de piso y yo estábamos sorprendidos.

Recuerdo particularmente los casos de una señora con una lesión cerebral que se pasaba todo el día maldiciendo en voz alta (verla en el bus y en el súper era un espectáculo), un sujeto que fue corriendo tras mi compañera de piso y le regaló un ramo de flores y un cocinero con un par de tornillos de menos que echó a correr tras de mi novia y tras de mí durante la madrugada de un 25 a 26 de diciembre para luego contarnos durante hora y pico su vida y lo mal que se llevaba con su padre.

Y lo peor, es que viendo algunas de las cosas que hace la gente cuerda uno no sabe quién está más sano.

De todas formas, estos son locos inofensivos, no como otros que ha conocido la historia, psicópatas como Stalin, Mao, Pol Pot o Hitler; mesiánicos como Rasputín o el Reverendo Jim Jones; esquizofrénicos como Iván el Terrible...

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