23.7.07

Bestezuelas

Este sábado, mientras esperaba a un colega a la puerta del trabajo, he visto una de esas pequeñas estampas que hacen pensar a uno acerca del evidente declive en la educación de las nuevas generaciones.

Resulta que había un señor de gesto adusto en la calle y pinta de ejecutivo agresivo, vigilando con mala cara a un par de niñas pequeñas que se colgaban cual monos de las barras de la entrada de un edificio. Las niñas corrían y chillaban sin ninguna medida, como es propio de su edad... pero el padre, ni intentaba tenerlas controladas, ni se preocupaba por enseñarles un mínimo acerca de cómo comportarse en público. Simplemente dejaba que chillaran y corriesen sin preocuparse por las molestias que podían estar causando a los demás.

Tampoco parecía muy preocupado por el hecho de que las barras, que eran del tipo este de barras metalizadas y brillantes como un espejo, fuesen resbaladizas y que las niñas se pudiesen abrir la cabeza contra las escaleras a las que servían de pasamanos.

Cuando a una de las crías, de unos siete u ocho años, le apeteció miccionar el buen hombre no tuvo mejor idea que cogerla, bajarle la ropa y dejar que evacuara detrás de un coche, en plena vía pública, en lugar de hacer que esperase un poco más a que llegase su madre e irse a un bar a utilizar sus servicios (tomando una consumición, claro) o a un urinario público (que bueno, en esa zona creo que no hay, pero tampoco estoy seguro).

¿Qué coño de educación puede recibir una niña teniendo un padre que se preocupa tan poco por educarla y que tiene un respeto tan escaso por la comodidad de los demás o por la más elemental higiene urbana?

Con padres así, más que niños, esa familia tenía bestezuelas. Que no se quejen cuando crezcan y no sean tan fáciles de tratar.

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