Revisando un capítulo de aquella maravillosa serie titulada "Érase una vez el hombre" veo la cantidad de errores e inexactitudes que contiene. Tantas que no puedo dejar de sorprenderme.
Ya no había estado muy de acuerdo con la práctica elusión a la Reconquista de la península o el ascenso del poder turco en Oriente Próximo, por no mencionar la nula atención prestada a los navegantes portugueses que ampliaron el mapa del mundo conocido.
Tampoco me pareció bien el tratamiento dado al Siglo de Oro español, obviando prácticamente a Lope de Vega, Cervantes o Quevedo, calificando a la España de la época como un lugar mucho más atrasado de lo que fue y dando datos de forma tendenciosa, como en el caso de la disminución de la población indígena en Latinoamérica, presentándola como si se hubiese tratado de un exterminio al más puro estilo nazi y no como lo que fue: una combinación de diversos factores entre los cuales uno de los más importantes fue la aparición de las enfermedades que trajeron consigo los europeos y para los cuales no estaban preparados las defensas de los indígenas.
Pero el episodio del Gran Siglo inglés roza el absurdo. Además de presentar a un pirata como Francis Drake como si fuese un héroe y dando mucho más tiempo a su expedición alrededor del mundo que a la que Elcano había culminado años antes, en la narración del amisma se cometen numerosos errores, como presentar al Cabo de Hornos como un lugar tropical (¡¡con palmeras!!) y a los nativos de una isla frente a la costa chilena como pieles rojas cazadores de cabelleras, entre otros errores de bulto.
Para mí el fin de uno de mis mitos de infancia
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